21 noviembre, 2024

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Mons. Mestre: el Adviento, «tiempo de equilibrio en Dios y sólo en Él»

Mar del Plata. El obispo de Mar del Plata se refirió a Jesús como el único Mesías, a la necesidad de dar testimonio de Él y a la virtud de la paciencia.

En su reflexión sobre las lecturas del tercer domingo de Adviento, marcado por el gozo y la alegría, el obispo de Mar del Plata, monseñor Gabriel Antonio Mestre, se centró en tres puntos para orar y meditar.

Un único Mesías: Nuestro Señor Jesucristo
En este punto, el diocesano marplatense expresó: “Juan tiene bien clara su identidad: no es el Mesías sino el que prepara los caminos para la venida del Mesías, es su mensajero”.

Al respecto, señaló: “Ninguno de nosotros va a decir que ‘es el Mesías’. Sin embargo, muchas veces la ‘tentación mesiánica’ está presente en nuestra vida y en la historia. Las ‘pretensiones mesiánicas’ de muchos líderes sociales y políticos del mundo y de nuestra patria no son distintas de lo que puede aparecer en nuestro corazón cuando queremos ser ‘el mesías, el salvador’ de todo al margen del mismo Dios, trastocando nuestra propia identidad”.

Y esa, precisó el prelado marplatense, “es una suerte de ‘soberbia’ más o menos encubierta que tiene como elemento más grave el no necesitar al único Mesías y Salvador, que es Nuestro Señor Jesucristo”.

Contar lo que hemos visto y oído
Luego, monseñor Mestre expresó: “Jesús responde a los enviados de Juan sin decir que Él es el Mesías, sino invitándolos a que cuenten lo que están viendo”.

“Esto es ser auténtico evangelizador. Ver este tiempo de adviento como tiempo de misión: contar a los demás lo que hemos visto y oído del Señor en nuestra vida, narrar los signos de su presencia y su poder que hemos experimentado a lo largo del tiempo”, añadió.

Paciencia porque la venida del Señor está próxima
Para finalizar, el obispo de Mar del Plata se refirió a la segunda lectura de este domingo, que “invita a tener paciencia, repitiendo cuatro veces” la raíz de esa palabra.

Palabra que, según amplió el prelado, etimológicamente puede también “significar longanimidad, es decir paciencia con serenidad, paciencia con imperturbabilidad de ánimo, paciencia con grandeza de corazón”; una paciencia que “es posible solo si se mira al Señor que está próximo a venir”.

Para concluir, en el mismo sentido, el diocesano terminó describiendo al Adviento como un “tiempo de equilibrio en Dios y sólo en Él”.

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