Neuquén. El obispo animó a «rechazar todo aquello que va en contra de mi nombre de cristiano y comprometerme en todas las exigencias que implica ese nombre», siguiendo la oración colecta de la misa.
El obispo de Neuquén, monseñor Fernando Croxatto, presidió la misa del 15° Domingo del tiempo durante el año desde la catedral María Auxiliadora, de la capital provincial.
En su homilía, el prelado reflexionó sobre dos pedidos que menciona la oración colecta de entrada de ese día. Refiriéndose a la primera petición, «Que la luz de tu verdad haga volver a los extraviados», animó a preguntarse acerca de «cuántas veces esto está en nuestras casas, personas cercanas que ya no están más en la comunidad, en el camino de la fe. Cuántos cuando salió la ley del aborto se acercaban y representaban la apostasía, renunciaban a la fe».
Luego hizo alusión a la segunda petición: «Te pedimos rechazar lo que se opone al nombre de cristianos y comprometernos con todas sus exigencias», y sugirió que, ante estos dos pedidos, «quizás la pregunta inicial sería ver cómo estamos unidos a esta oración, si realmente es nuestro pedido también en esta Eucaristía».
«Las lecturas nos van ayudando a profundizar este pedido», planteó, y consideró: «La carta de Pablo nos recuerda que somos hijos adoptivos de Dios y que tenemos un llamado, hemos sido elegidos desde siempre, estamos sellados por el Espíritu, somos hijos adoptivos de Dios, hijos en Jesús».
A su vez, indicó que la segunda lectura «también nos marca cuál debe ser nuestro camino: son enviados, dice hoy la Palabra, con una misión concreta, a predicar, a sanar, a expulsar los espíritus impuros».
Sobre este punto, sostuvo que «no es tarea de algunos», y se preguntó por qué «en esta conciencia de enviados a predicar y a sanar nos cuesta tanto el compromiso en cosas concretas», al tiempo que lamentó la actitud de decir: «Me quedo cómodo en el lugar, elijo que otros se ocupen de estas cosas».
«¿Alguna vez me confesé que no he sido fiel a mi vocación cristiana, en el sentido de rechazar todo aquello que va en contra de mi nombre cristiano y comprometerme en todas las exigencias que implica este nombre?», se preguntó también.
«Señor, ¿a dónde me estás enviando hoy a sanar y a curar los males presentes? ¿A dónde querés que vaya en tu Nombre, que hable de Vos?», invitó a consultarle al Señor, para cumplir con esa vocación cristiana de ser llamado y enviado.
Por último, animó a pedir, con sencillez, con humildad, siguiendo el ejemplo de la Virgen, la cristiana por excelencia: «Señor, aquí estoy, envíame».