Su Excelencia Reverendísima Monseñor José Adolfo Larregain, Arzobispo Metropolita de Corrientes,
Su Excelencia Reverendísima Monseñor Ramón Alfredo Dus, Arzobispo de Resistencia, (Gustavo Alejandro Montini – Santo Tomé; Adolfo Ramón Canecín – Goya),
Reverendos Sacerdotes diocesanos y religiosos,
Reverendos Diáconos,
Reverendas Religiosas,
Estimados Seminaristas,
Honorables Autoridades civiles,
Hermanos y Hermanas en Cristo.
Asistimos hoy día a la imposición del Palio al Arzobispo de Corrientes. Según la ley y la antigua tradición de la Iglesia, cada Arzobispo Metropolita de una provincia eclesiástica, recibe un palio. El Palio, “es el símbolo de la potestad arzobispal”, y corresponde por derecho únicamente a los arzobispos metropolitanos que usan el palio dentro el territorio de la provincia eclesiástica.
El Palio es una banda de lana blanca en forma de collarín, adornada con seis cruces de seda negra. Es semejante a una estola y se utiliza a modo de escapulario.
La lana significa la aspereza de la reprensión a los rebeldes; el color blanco, la benevolencia hacia los humildes y penitentes. Tiene cuatro cruces situadas delante y detrás, y dos más, una a la derecha y otra a la izquierda. Suele adornarse con tres clavos metálicos, que recuerdan los clavos de la Pasión.
El Palio que se pone sobre los hombros del sumo pontífice y de los arzobispos, es símbolo del pastoreo y recuerda que deben cargar con las ovejas como el pastor lo hizo en la parábola de la oveja perdida.
Así lo recordó Benedicto XVI, en la misa de inicio de su ministerio petrino, al asociar la imposición del palio con la invitación de llevarnos unos a otros sobre los hombros:
“La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad –todos nosotros– es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios […] la pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el Buen Pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros”.
Recibir el palio de parte del Papa para un nuevo arzobispo es siempre un símbolo de unión y de comunión del nuevo Metropolita con el Santo Padre; comunión entre la Iglesia de Corrientes y la Sede Apostólica; comunión de la Provincia Eclesiástica de Corrientes con la Santa Sede.
Celebramos un día especial para la Iglesia de Corrientes y toda esta Provincia Eclesiástica con las diócesis sufragáneas de Santo Tomé y Goya.
Durante el día de la Imposición del Palio, no podemos dejar de recordar con todo nuestro amor al Santo Padre, Papa León XIV, asegurándole nuestro apoyo, lealtad y filial obediencia.
Durante nuestra celebración queremos recordar también al difunto papa argentino, Francisco, lo hacemos con amor y gratitud. Estamos agradecidos por el don del Papa León, pero estamos orgullosos también por los doce años del pontificado del Papa Francisco; los argentinos deben, en manera particular, cultivar la memoria del papa argentino.
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Hoy día también celebramos la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, Patrona Jurada de la ciudad de Corrientes. Una de las fiestas más insignes para la piedad del pueblo correntino, profundamente mariano.
Cuando celebramos, como hoy día, una fiesta mariana, podemos preguntarnos, ¿por qué nosotros católicos, tenemos tan grande devoción por María? La respuesta es, porque la Iglesia Católica quiere proclamar la plenitud del Evangelio sobre la salvación.
En la primera Carta de San Pablo a los Corintios, leemos: “Como todos mueren por Adán, todos recobrarán la vida por Cristo” (15, 22). Si, a causa del pecado de Adán llegó la muerte, gracias a Cristo y su cruz llegó la salvación. Por esta razón le llamamos el nuevo Adán. Pero la historia del primer pecado no es solo la historia de Adán, es también la de Eva.
Si Jesús es el nuevo Adán, ¿Quién es la nueva Eva? La virgen María, Madre de Jesús, ella es la nueva Eva. Si la historia completa del pecado incluye a Adán y a Eva, así la historia de la redención incluye al nuevo Adán y a la nueva Eva. No se puede proclamar la historia completa de la redención sin la nueva Eva, María.
Podemos encontrar en la Biblia muchos paralelos entre el viejo Adán y Eva, por una parte, y entre Jesús y María, por otra.
Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Eva salió de la costilla de Adán. En el libro de Génesis leemos: “Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y (…) Le sacó una costilla y llenó con carne el sitio vacío” (Gen 2, 21), pero en el Nuevo Testamento Jesús nació de la Virgen María, Jesús tomó carne de una mujer, su madre.
En el Antiguo Testamento, fue Eva la primera en desobedecer e introducir a Adán al pecado, en el Nuevo Testamento, fue la mujer, María, la primera en obedecer. Ella ha dicho “sí” al Arcángel Gabriel, “Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mi tu palabra” (Lc 1, 38).
Ahora vemos claramente, que nuestra devoción a la Virgen María forma parte de la verdadera historia de nuestra redención. La verdadera devoción a María nunca nos aleja de su Hijo, nuestro Señor y Salvador.
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre María de Cleofás y María Magdalena”.
Todos han abandonado a su Hijo, pero ella no lo abandonó. María se quedó con su Hijo. Una mujer que ama, pero también una mujer fuerte. Puede ser que, en el momento de la pasión de su Hijo, no recordaba más las palabras del Ángel sobre su Él: “Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que reine sobre la casa de Jacob por siempre y su reino no tenga fin” (Lc 1, 32-33).
Pero no había ningún trono, María vio a su Hijo en agonía en la madera de la cruz; su Hijo estaba en la cruz, un trono para los esclavos. La muerte de la cruz, en realidad, estaba reservada sobre todo a los esclavos.
Es entonces más que natural que, celebrando la advocación de María de la Merced, recordemos la escena de María bajo la cruz, trono de su Hijo, porque Ella nos libra de ser esclavos. María que nos libra de ser cautivos. Cada época tiene sus esclavitudes. En los tiempos de la fundación del Orden Religioso de la Merced, en el siglo décimo tercero, fue la esclavitud de los cristianos en tierras musulmanas, hoy día tenemos nuestra esclavitud. Nuestros pecados, vicios y debilidades que dependen de nosotros. en el mundo de hoy también tenemos esclavitudes que no siempre dependen de nosotros como por ejemplo la pobreza, la falta de trabajo y la injusticia. Pedimos hoy día, a través de la poderosa intercesión de María de la Merced, que el Señor nos libre de todo tipo de esclavitud.
“Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo amado, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo: ahí tienes a tu madre”.
A primera vista, parece que Jesús está simplemente cumpliendo con el deber filial del cuarto mandamiento, es decir, hallar acomodo y seguridad para una madre viuda que va a quedarse sola. Pero, más allá de esta lectura, hay un dato que nos inclinan a otra interpretación. Por ejemplo, si Cristo sólo hubiera querido dejar a su madre en el cuidado de san Juan, lo natural habría sido dirigirse primeramente a él, y no a ella, como consta en el texto. Además, ¿por qué comienza llamándola “mujer” y no “madre”? Sin duda porque la vocación maternal de María no se refiere aquí a Jesús, sino que se hace extensiva a todos aquellos que el discípulo amado está representando.
Todo indica que aquí se proclama la maternidad espiritual de María sobre los cristianos. Ella es nuestra Madre; Madre de todos los discípulos de su Hijo. María tiene muchos títulos; es suficiente recordar la letanía loretana, llena de lindas advocaciones, pero más bella y más importante es ser Madre de Dios y nuestra Madre.
Amar a María como nuestra Madre supone sentirnos unidos en la gran familia, que es la Iglesia. Llamar madre a María nos remite necesariamente al gran momento en que Cristo entregó su vida por nosotros en la madera de la cruz. Invocar a María como madre nuestra es algo más que un puro recurso sentimental, supone sentirse unidos como hermanos en la cruz de Cristo; supone ayudarnos a llevar mutuamente las cargas y las cruces; supone tener las fuerzas de liberarnos de nuestras esclavitudes.
Es ella la que nos repite siempre “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5). Ella no solo lo dice, sino que también fue la primera discípula de su hijo, y nos muestra cómo ser buena cristiana o buen cristiano.
El día de hoy es una excelente ocasión para presentar a todos Ustedes, en primer lugar, a su Arzobispo, a todo el clero, a los religiosos, las religiosas y a todos los fieles de esta Iglesia, los mejores deseos, que María de la Misericordia pida su Hijo, nuestro Señor, de concederles muchas gracias terrestres y celestiales, de paz, salud y prosperidad; que Dios bendiga esta Arquidiócesis y toda la Argentina. Y así sea.
Mons. Miroslaw Adamczyk, nuncio apostólico