Sáenz Peña. Dentro de pocos días celebraremos un acontecimiento central y único en la historia de la humanidad: Dios que se nos acerca tanto que se hace Hombre. Ese Niño de Belén es Dios y es un ser humano como nosotros, es Dios con nosotros.
Existe un antes y un después en relación a este suceso maravilloso. El antes es el de la humanidad alejada de Dios por haberlo echado en sus orígenes del horizonte de su existencia.
El después es impresionante, es el de Dios con nosotros, de nuestro lado, mostrándonos el camino de la verdad y del bien, el de la felicidad plena, el camino que conduce al Cielo.
Ese Dios con nosotros hizo posible que podamos vivir sumergidos en la Vida de Dios que empieza en el Bautismo. Nos purificarnos por la Confesión para que no vivamos sumergidos en los errores, miserias y pecados. Podemos adorarlo y alimentarnos de Dios en la Eucaristía; escucha nuestra oración, es nuestra fortaleza, nuestro modelo, la luz de nuestra existencia.
Estamos viviendo en el país situaciones que nos inquietan; parece que fuéramos incapaces de dialogar y de resolver juntos los problemas. Podríamos hacer una larga lista de dificultades; las hay en las familias, en la sociedad, en jóvenes que parecen no encontrar sentido a sus vidas.
¿Estamos en al antes de aquel acontecimiento central de la humanidad, con un Dios dejado al margen de nuestras vidas y de nuestras realidades? ¿O estamos en el después de aquel acontecimiento, dejando a Dios que nos transforme, y que a través nuestro transforme las familias, la sociedad, nuestro país?
Cristo parece dormir en un Pesebre, pero está despierto y activo. Su proyecto divino para cada uno y para la sociedad va más allá de la felicidad y de la plenitud con la que podemos soñar. Si dejamos una vez más que Cristo nazca en nuestros corazones, seremos más felices, y llevaremos esa felicidad a la familia y a la sociedad. Mirar desde Dios nos ayudará a encontrar caminos para los problemas que nos aquejan.
La Navidad nos invita a salir de nosotros mismos, a cultivar la oración para que nuestros pensamientos estén más en Dios, y más en quienes nos rodean, en quienes necesitan de nosotros, aunque sea una sonrisa que no es poco.
Mirando al Niño Dios en la cuna, con la ayuda de la Virgen Santa María y de San José, descubriremos una vez más la felicidad que supone Dios con nosotros, Dios en nosotros, Cristo nuestro amor, Cristo nuestro guía. Feliz Navidad para todos.
(*) Mensaje emitido por el Obispo de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña.