Sáenz Peña. El profesional del derecho dio a conocer su postura en un escrito denominado «un paso al costado». Habló de caudillismos que sólo invitan a la concentración del poder. Dijo que hay caudillos de cabotaje, maestros en hacer cajas, a quienes no les interesan algunas cosas.
Muchas personas que alcanzan cierta pública exposición, suponen que su vigencia es inalterable. Que ni el tiempo ni las circunstancias pueden modificarla. Y se equivocan.
Todo en la vida se va socavando con el transcurso del tiempo y según las reacciones asumidas frente a determinadas situaciones que deben ser atravesadas.
Es un gran error no saber dar el famoso paso al costado. Pues uno pasa de aportar gran utilidad y diagnósticos acertados, a gestionar errores por doquier. A ser una pesada mochila.
Salvo que no se sepa hacer otra cosa que vivir de la política, o de la función pública.
Les gusta definirla como «vocación política». Y, con ello, se justifican permanentemente. Infinitamente.
Por eso, jamás aceptan haber contribuido a la derrota. Ni que la culpa derive de sus decisiones, por más erráticas que hubieran sido.
Nada ocurre sin haber merecido la bendición del caso. Son los liderazgos patriarcales. Los caudillismos que sólo invitan a la concentración del poder.
Y, por ende, a los efectos de sus yerros no escapa nadie. Las esquirlas salpican en todas las direcciones.
Hubo elecciones en el Colegio de Abogados de la Segunda Circunscripción Judicial (Sáenz Peña) y volvió a ganar la oposición que, a partir de hoy, será oficialismo.
Por dos años se constituirán en la cara visible del Colegio de Abogados, en reemplazo de la presidencia más longeva de nuestra historia. Seis años.
Ganaron con autoridad y en buena ley. Mis respetos hacia todos los integrantes de la lista ganadora.
Más allá de que, en realidad, lo que estuvo en disputa fue el espacio partidario disimulado con el ropaje de una política gremial -lo digo porque fue el discurso unívoco de los tres candidatos- y, porque, nadie explica con tanto énfasis, lo obvio.
Ahora bien, en esta oportunidad quienes concurrieron a las urnas divididos, no fue el oficialismo. Fue la oposición.
Igual ganaron.
Y por una diferencia mayor que en la pasada elección del 12/06/2020 para elegir Consejero Suplente.
Aunque no parezca, tiene explicaciones muy certeras frente a nuevos desaciertos que, esta vez, más se explican en el rencor que en una visión componedora y acertada del escenario que les tocaba enfrentar.
El mejor candidato no podía ser candidato. Es más, no pudo ser candidato. Estaba vetado.
Entonces, había que salir a buscar quien aceptase ser el aspirante y, que, después, superase la aprobación del magnánimo dueño de la lapicera.
Se llegó a una situación inevitable de descarte luego de sendos rechazos para afrontar el convite a competir. Ya nadie confiaba en las posibilidades del oficialismo. No eran honrados con el ofrecimiento. Era un riesgo extremo, que no estaban dispuestos a afrontar.
Son escasas las lealtades en la desventura.
Había, además, otra cuestión que es inevitable decirla.
Se vinculaba la nueva lista con la gestión de la anterior presidencia.
En realidad de los últimos años, en que mostró su costado más autoritario y generó un gran rechazo que fue creciendo de modo subterráneo, ya que nadie critica en un grupo de whatsApp donde siempre jugará de visitante y dónde los aplaudidores apuntan a la yugular.
Pero todo es acumulativo.
El paso del tiempo no siempre juega a favor.
Reconozco los logros de la anterior gestión que emprolijó muchas cosas, pero su obsecuencia a las decisiones del STJ del Chaco, eran muy visibles. Y cuando endureció esa posición ya era muy tarde. La credibilidad se construye día a día.
La pandemia hizo el resto.
Esta forma de ver las cosas fue tolerada, hasta el hartazgo, por quienes constituían su base de sustentación.
Esta forma -repito- del manejo de la institución, fue, de a poco, abriendo profundas diferencias que estallaron cuando un postulante (el mismo que no pudo ser en esta ocasión) fue llamado a bajarse de una victoria casi segura. Porque el presidente saliente no se iría con las manos vacías.
Hoy todos están con las manos vacías. Las decisiones fueron vacías. Vacías de inteligencia y mínimo sentido común.
Es que se planteó con la chapa de seis años de gestión. Y así lo entendieron los veteranos de la política, que consideraron que nada había por discutir.
A estos caudillos de cabotaje. Maestros en hacer cajas. No les interesan estas cuestiones. Más aún, no les interesan los méritos de gente de su propio espacio.
Les preocupa mantener el aparente poder que creen seguir disponiendo y que eso les permita su vigencia en las discusiones y, por supuesto, renovar sus cargos.
A qué se dedicarían sino.
Ahora vendrán las críticas y acciones contra SECHEEP, en vísperas de próximas elecciones y cuando haya que votar por empréstitos multimillonarios lo harán, en el recinto legislativo, con la seguridad de haber contribuido con grandeza y patriotismo a la solución de los problemas de los chaqueños. De haber asumido un comportamiento acorde con la madurez que exige la vida democrática.
Así está el liderazgo del espacio político que perdió, nuevamente, las elecciones en Sáenz Peña.
Con los mismos representantes. Con las mismas caras. Y, con idénticos discursos.
Apelando al carisma y dándose una vida de millonarios.
Desde dónde partieron los votos que obtuvo el tercer candidato, supuestamente, desmembrado de la lista opositora?
Casi con seguridad, no de ese mismo espacio. No todos.
No lo entenderán de esta manera. No entienden la realidad que les golpea las narices.
La lista ganadora trabajó mucho y desde que comenzó este proceso de renovación. La perdedora fue una sucesión de improvisaciones y con poca gente dispuesta a involucrarse como debería haber sido. Es larga la lista de «borrados».
Quiero salirme de un lugar demasiado común.
Pero hay gente que ya no es tan necesaria.
O, por lo menos, como ellos suponen.
Daniel Avila – Abogado