22 noviembre, 2024

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En el día de San Pedro y San Pablo, la Iglesia en la Argentina valoró el pontificado de Francisco

Roma. La Iglesia en la Argentina celebró este miércoles la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo y rezó especialmente por el papa Francisco, valorando su misión, su magisterio y su espíritu sinodal.

En la Solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, la Iglesia en la Argentina celebró el 29 de junio una misa para rezar especialmente por el papa Francisco.

La Eucaristía estuvo presidida por el nuncio apostólico en la Argentina, monseñor Miroslaw Adamczyk, y concelebrada por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presente en la Argentina con ocasión de la beatificación de los Mártires del Zenta; el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli; el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Ojea.

Concelebraron también los obispos auxiliares de Buenos Aires, monseñores Joaquín Sucunza, José María Baliña, Alejandro Giorgi, Juan Carlos Ares y Gustavo Carrara; el obispo de Morón, monseñor Jorge Vázquez; el obispo castrense, monseñor Santiago Olivera; el obispo de Quilmes, monseñor Carlos José Tissera; el obispo de Chascomús, monseñor Carlos Humberto Malfa; el obispo eparca de los Armenios, monseñor Pablo León Hakimian; el obispo auxiliar de La Plata y secretario general de la CEA, monseñor Alberto Bochatey OSA; el obispo emérito de San Rafael, monseñor Eduardo María Taussig, el obispo emérito de Avellaneda-Lanús, monseñor Rubén Oscar Frassia; el arzobispo emérito de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan

Participaron de la celebración los monseñores Aliaksandr Rahinia, secretario de la Nunciatura; Gianpaolo Rizzotti, jefe de oficina del Dicasterio para las Causas de los Santos; Ricardo Daniel Medina OAR, Vicario de Justicia y presidente del Tribunal Interdiocesano Bonaerense; y monseñor Antonio Aloisio, párroco emérito de Santa Julia.

Hubo más de 10 sacerdotes presentes, entre ellos el presbítero Alejandro Russo, rector de la catedral metropolitana y maestro ceremonias. Además, miembros de congregaciones de religiosas y de religiosos y una decena de seminaristas.

Estuvieron presentes, entre otros, el secretario de Culto de la Nación, Guillermo Oliveri; el director Nacional de Culto Católico, Luis Saguier Fonrouge; el director de Cultos de la Ciudad de Buenos Aires, Federico Pugliese; el rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), Miguel Schiavone; el director de la Cátedra Pontificia de la UCA, Marco Gallo; el presidente del Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (Calir), Juan Navarro Floria; autoridades de la Orden de Malta, embajadores y autoridades del Cuerpo Diplomático acreditado en la Argentina.

En el altar se encontraban expuestas para su veneración las reliquias de los santos Pedro y Pablo.

La homilía estuvo a cargo del cardenal Poli, quien se refirió al testimonio de los apóstoles Pedro y Pablo, de quienes Dios se valió “para escribir la historia de amor y salvación que llega hasta nosotros” en la persona del Pontífice. “Pedro por su autoridad y Pablo por su doctrina, ambos investidos por Jesucristo resucitado, son las dos columnas que sostienen la Iglesia y su misión”.

Recordando el Evangelio de Juan, destacó el ministerio pastoral de Pedro y su lugar y misión en la Iglesia naciente, al relatar la sorpresiva presencia del Señor resucitado en la orilla del lago, mientras Pedro y sus compañeros pescaban, seguido de la orden y la pregunta del Maestro que dan como resultado una pesca desbordante.

“Repartir el pan y el pescado con Él, seguramente dio lugar a un encuentro íntimo con el Señor y los ojos de los discípulos pudieron ver los estigmas de sus manos, mientras escuchaban su voz, la que tantas veces reveló la sabiduría divina anunciada por los profetas. Finalmente, después que todos comieron, tiene lugar un encuentro personal: el diálogo de Jesús con Pedro, mientras que los demás discípulos desaparecen”, recordó.

En el diálogo con Jesús, relató el purpurado, “Pedro confiesa su amor a pesar de su debilidad y su caída, y su tristeza final pone en evidencia que las tres preguntas sobre el amor, en el contexto del relato de los días de la pasión, se relacionan con las tres ocasiones en que lo negó”. En palabras de San Agustín, “desata por el amor lo que habías ligado por el temor”.

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