Por Ricardo Kirschbaum
Buenos Aires. El interrogante que Mauricio Macri mantiene abierto sobre sus planes políticos futuros perturba a la oposición.
La conclusión principal del lanzamiento presidencial de Gerardo Morales es que el radicalismo se mostró unido para negociar en bloque los espacios electorales con sus socios de Juntos por el Cambio.
No fue un movimiento improvisado ni tampoco el contenido del discurso del precandidato, que tuvo sus momentos, sino la concurrencia en un partido en el que tanto Bullrich como Larreta quieren meter mano. Al asistir casi todos, la UCR quiso enviar un mensaje de que los emprendimientos personales no son viables y que el partido quiere ser el que decida cómo se articularán las alianzas.
Uno de los ausentes, Facundo Manes, respondió poco después con un discurso que trata de sintonizar el malestar y el fastidio de la sociedad con la dirigencia política, en el que fácilmente se podían detectar críticas a Morales y a los otros dos gobernadores radicales, Valdés y Suárez. El neurocientífico parece decidido a presentarse como un antisistema bastante particular porque mientras fustiga a la política y a los políticos, trata de mantener un pie en cada orilla: su hermano, presidente de la convención radical y puntal de su candidatura, enrojecía sus palmas en los aplausos a Morales en el Gran Rex.
Para imitar a Javier Milei y sus métodos es preferible quedarse con el original, dijo un radical decepcionado, que había sido uno de los sponsors del médico, cuando éste aparecía con fuerza como algo disruptivo en la política argentina.
Hablando de Milei y sus proyectos de “dinamitar” el Banco Central, ¿qué hubiera propuesto el libertario ante el colapso del Credit Suisse y los otros bancos americanos? ¿Los hubiera dejado caer o los hubiera rescatado? Sin Banco Central, como propone, ¿a quién recurriría?. La realidad, casi siempre, es la gran correctora de los desvaríos.
Vista en perspectiva, la decisión de la UCR fue otro gesto ordenador de la principal oposición. Cerró un acuerdo en Mendoza, en el que participó activamente un aliado de Larreta para obligar a Alfredo Cornejo a abandonar su intento de cerrar con Bullrich en la interna, y hubo fumata blanca en Tucumán, con un radical al tope de la fórmula y la posibilidad de que la capital sea de Cambiemos. Prometen además arreglar la crisis en Salta. Y han dado un paso decisivo en San Luis, con la alianza del senador Rodríguez Saá con el opositor Poggi.
Sin embargo, el interrogante que Mauricio Macri mantiene abierto sobre sus planes políticos futuros perturba a la oposición. El ex presidente sigue moviéndose en modo precandidato aunque quienes lo conocen están convencidos de que no lo será.
Uno de ellos es Rodríguez Larreta, quien el jueves tomó nota en persona del intenso malestar ciudadano. El jefe de Gobierno está precisamente evitando en lo posible aparecer con otros políticos -se explica así su ausencia en el lanzamiento del radical Morales- y tratando se asegurar la distancia que dice tener sobre Bullrich en los distritos clave.
El razonamiento de sus encuestadores y analistas es que Patricia tiene mayor consenso entre los afiliados al PRO pero en las primarias votarán todos: allí Larreta saca diferencias decisivas, argumentan. Larreta ratifica su alianza con Lousteau con un argumento de peso: es preferible que dispute la candidatura dentro de Juntos por el Cambio que por fuera. La experiencia de una elección de Larreta contra Lousteau pesa: en 2015, le ganó por tres puntos en segunda vuelta, con todo el peronismo apoyando al ex ministro de Cristina contra el candidato del PRO.
La grilla, entonces, para la elección porteña hoy sería Jorge Macri, Fernán Quirós, Lousteau y López Murphy, un recién llegado a esta candidatura que está soportando una sorda rebelión en la granja por lanzarse solo.
Frente a esto, el oficialismo parece prepararse para las consecuencias del big bang. El que tiene los brazos abiertos esperando recibir productos del estallido es Schiaretti, quien almorzará este martes con la primera línea de los empresarios. El gobernador de Córdoba planea una interna de su espacio en la que participen Randazzo, Urtubey y un gobernador sorpresa: se menciona a Uñac, Perotti o Manzur.
Fernández está cada vez más convencido de que el peronismo no tiene candidatos y que en ese desierto su proyecto de reelección sigue vivo y desafiante. Toda la gran ofensiva de La Cámpora está fracasando y, lo que es peor para ellos, están demostrando que sin Cristina no tienen peso alguno. En la pelea, aparece lo que verdaderamente piensa cada sector sobre el otro.
Aníbal Fernández sabe la capacidad de daño de sus dichos cuando alude a su desconocimiento sobre el medio de vida de Máximo Kirchner. El ministro no desconoce que el hijo de Cristina es multimillonario en pesos porque así constan en su declaración jurada. La cantidad de sal que echan en la herida de La Cámpora es indicativo de que han perdido el temor que le tenían a la guardia imperial de la ex presidenta. Por eso el “operativo clamor” de sus incondicionales se ha transformado en un grito desesperado. Aunque sea, claman, que se presente como candidata a senadora en la provincia de Buenos Aires, y le tire el fardo nacional a Axel Kicillof.
El kirchnerismo no sabe cómo sacarse la culpa y la responsabilidad de encima: atacan el acuerdo con el Fondo Monetario para responsabilizarlo por la inflación pero, por omisión, no critican a Sergio Massa.
Es que Cristina necesita demasiado de Ma-ssa, incluso para luego hacerlo culpable. La ex presidente ha mantenido invariable su apoyo a la gestión del ministro y éste ha esperado en vano que sus ilusiones sobre un cambio positivo en la economía se produjera. El 6,6% de inflación de febrero ha sido un golpe mayúsculo para el hiperactivo Massa. Y marzo puede ser peor: en la primera semana, la inflación cantó en Santa Fe 7,3%, y en Córdoba, 8,2%. Todos miran a Tombolini y hacen apuestas.
Lo peor para la economía, sin embargo, no es la inflación sino la aguda escasez de dólares que está metiendo gran presión y que puede ser un factor decisivo si no se resuelve. Massa, en Panamá por la asamblea del BID, se ha mantenido callado ante este panorama muy sombrío. Sus amigos todavía sueñan con una fórmula con la catamarqueña Corpacci y con Scioli como candidato porteño.
Pero el secreto proyecto de Massa de dirimir mano a mano la Presidencia en una segunda vuelta con su amigo Larreta está en graves problemas.