Buenos Aires. Raúl Alfonsín ganaba las elecciones presidenciales, dando paso a la vuelta de la democracia en el país. Se cumple hoy 37 años de la jornada histórica. Luis González Estévez repasa los pormenores.
A trás quedaban siete años de ignominia, saqueos de bienes particulares y robos de bebés, persecución ideológica, centros de detención masiva, destrucción del aparato productivo, torturas, 30.000 desaparecidos y, como epílogo, una guerra en Malvinas contra Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Un país que estaba sumido en la más profunda de las tinieblas volvía a respirar la libertad y a ponerse en funcionamiento. Luego de una campaña álgida, dura y muy valiosa en propuestas, la nación toda se volcaba a las urnas aquel 30 de octubre de 1983, acontecimiento inolvidable y único del que se cumplirán, precisamente, 37 años el próximo viernes.
Los militares, por un lado, habían sancionado tiempo antes de emprender la retirada su propia ley de autoamnistía (Ley de Pacificación Nacional) y la respuesta de los dos candidatos más firmes para ocupar la presidencia no se había hecho esperar. Raúl Alfonsín, por la Unión Cívica Radical, había afirmado como uno de sus puntos fundamentales de su campaña que la iba a abolir para llevar a cabo un histórico juicio, nunca antes visto en toda Latinoamérica, a las primeras tres juntas de lo que se había dado en llamar el Proceso de Reorganización Militar.
Por su parte, el candidato peronista, Ítalo Argentino Luder, sostenía que no iba a anularla con el argumento de que sus efectos jurídicos se iban a tornar “irreversibles” para el destino de la Argentina.
Estilos diferenciados
Dos personalidades con perfiles distintos y contrastantes. Alfonsín (acompañado en la fórmula por Víctor Martínez) expresaba un discurso firme respecto de la defensa de las instituciones y la problemática social. En tanto, Luder, acompañado por Deolindo Felipe Bittel, daba cuenta de la génesis social del Partido Justicialista, con un tono moderado y, por otra parte, con un sugestivo acercamiento a los sectores militares que dieron lugar, por aquellos días, a varias sospechas de pactos.
Si bien la mayoría de las encuestas lo daban al candidato radical segundo, a corta distancia de Luder, el clima que se vivía en las calles de todo el país y, sorpresivamente, también, en el gran Buenos Aires estaba hablando de otra cosa. En su última aparición pública, antesala de la veda electoral, Alfonsín había manifestado en el programa “Tiempo nuevo”, conducido por Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, la siguiente afirmación: “Se van a llevar (por el justicialismo) la sorpresa del siglo”.
La meta final
Luego de una campaña rigurosa, extenuante, por los puntos más recónditos del país, Alfonsín y Luder llegaban, entonces, al final de la carrera. Los cierres de campaña tuvieron epicentros inolvidables en la Avenida 9 de Julio, generando una convocatoria impensada, sobre todo la del radicalismo, acostumbrado a realizar, históricamente, mitines no mayoritarios.
Entonces, Los cierres de campañas de la UCR, el 26 de octubre, y del peronismo, dos días después, contaron con un millón de personas cada acto, marcando un registro único en materia de concentraciones políticas y que nunca se repitió en la historia argentina. Por un lado, Alfonsín con su discurso progresista que cerraba, a modo de rezo, con el preámbulo de la Constitución Nacional; en tanto, Luder, con estilo académico, apuntaba a la impronta social del movimiento peronista.
Sin embargo, un episodio ocurrido durante el desarrollo del acto justicialista, la quema de un féretro con la bandera del radicalismo que llevó adelante el dirigente de la comuna de Avellaneda (y candidato a gobernador) Herminio Iglesias, volcó, definitivamente, la balanza a favor de las huestes de don Hipólito Yrigoyen.
El gran triunfo
Finalmente, llegó el 30 de octubre y el electorado se polarizó de un modo extraordinario. Como se preveía, ganó Alfonsín. De esta manera, la UCR sacó el 51,75 % de los votos y el PJ, el 40,16. El tercero fue el Partido Intransigente (PI) de Oscar Alende, con el 2,33%. Un detalle para marcar en la estadística estuvo centrado en el voto femenino.
El analista Luis González Estévez sostuvo: “En los comicios del 11 de marzo de 1973 le aportaron a Francisco Manrique una proporción de votos superior en siete puntos a la que le había dado, en consecuencia, el voto del padrón masculino. Particularmente, diez años después, será Raúl Alfonsín quien capturó esa preferencia femenina, que le deparó una proporción mayor en 5 puntos a la del voto de los hombres. Un margen puntualmente favorable”.
En tanto, el radicalismo se impuso en la provincia de Buenos Aires con su candidato Alejandro Armendáriz, apodado “Titán” por sus amigos y correligionarios, y que justificó como nunca su sobrenombre al derrotar al peronista Herminio Iglesias en aquella jornada. Ignacio Llorente, en su análisis realizado para la revista Redacción, sostuvo sobre el comportamiento electoral en el gran Buenos Aires: “La abrumadora mayoría que había conseguido la UCR en Capital Federal y en algunas provincias dejó perpleja a la población”.
Y agregó: “El radicalismo triunfó en todos aquellos partidos que bordean la Capital Federal con la excepción de la Matanza. Además se impuso en otros partidos como San Isidro, San Fernando, Tigre y Quilmes. El peronismo, sin embargo, conservó la mayoría en lo que podría denominar un segundo cinturón industrial constituido por Berazategui, Florencia Varela, Almirante Brown, Esteban Echevarría, La Matanza, Merlo, Moreno y General Sarmiento.
El radicalismo aumentó en aproximadamente cuatro veces su caudal electoral de 1973 mientras que el peronismo obtuvo el mismo número de votos para un padrón electoral que aumento en 29,8%. Los resultados confirmaron que crecieron en los contextos más pobres. Ambos se disputaron el mismo electorado con sensibles ganancias para el radicalismo que captó votos en los migrantes internos como lo que sugiere la alta correlación con crecimiento demográficos y aumento de votantes”.
«Hay que volver a la justa distribución del ingreso»
-¿Qué significado tuvo para el país el triunfo electoral de aquel 30 de octubre de 1983?
-El primer aviso televisivo de la campaña radical incluyó una frase que puso en evidencia el sentido profundo de esa elección: “Más que una salida electoral, una entrada a la vida”. El 30 de octubre de 1983 signifi có exactamente eso: recuperar la vida como valor esencial, la soberanía popular como principio de organización política, la vigencia de la ley como regulador social.
En el discurso de campaña, Alfonsín incluyó otra frase con la que defi nió claramente sus propósitos: “No podemos actuar como si nada hubiese ocurrido en Argentina”. Esa frase fue la de mayor riesgo y compromiso. Con ella afi rmaba que, si queríamos volver a ser una sociedad civilizada, debíamos sancionar los crímenes ocurridos durante la dictadura. Así, reivindicó el estado de derecho y consagró la vigencia de la justicia. Nunca, de la impunidad.
-¿Qué logros y cuentas pendientes dejó la administración del doctor Alfonsín?
-El juicio a las Juntas Militares, a los jefes de área, a López Rega y a Firmenich devolvió a la democracia argentina la legitimidad perdida en 1930. Esa decisión signifi có el fi n de la tutela militar y el principio de igualdad ante la ley. El ejercicio del poder confi rmó la vigencia del estado de derecho: nunca hubo represión y la transparencia electoral fue absoluta. La política internacional ratifi có la autonomía de decisión como país independiente. Hubo un salto de calidad en materia de derechos civiles (divorcio vincular, discriminación positiva a favor de la mujer). El discurso de Parque Norte defi nió la línea ideológica del gobierno, con el claro contenido social que implica la ética de la solidaridad. Fue un gobierno de gente honesta, que, además, sabía que no hay nada menos progresista que robarle al Estado. Las cuentas pendientes son las conocidas: la economía (salvo el Plan Austral), la infl ación, el défi cit presupuestario. Pero no olvidemos las causas de fondo de esos problemas: los bajísimos precios de las comodities, el endeudamiento, las tasas de interés internacionales y el sabotaje para impedir la llegada de recursos fi nancieros en la última etapa del gobierno.
-¿Cuáles fueron los sectores que coadyuvaron en la salida anticipada del gobierno?
-El bajo valor de las comodities, el endeudamiento y la alta tasa de interés, Cavallo y su exitosa decisión de impedir el acceso a los créditos en el último semestre. La deformación corporativa, expresada por los sectores reaccionarios de la Iglesia (Ogñenovich, Torterolo y Bonamin, que llamaban “el rojo” a Alfonsín). Los trece paros de la CGT. Los resabios del militarismo, resurgidos en Semana Santa.
-El radicalismo, hoy en día, ¿sigue atesorando las convicciones sociales de aquellas jornadas históricas que lo llevaron al poder?
– Por supuesto, no todos son iguales. Pero una parte de la política argentina ha decidido colocar a las conveniencias por encima de las convicciones, en una actitud de pragmatismo decadente que termina por separarla de la sociedad. Esa situación afectó también al radicalismo, porque un grupo de sus dirigentes interpretó que la UCR es nada mas una plataforma electoral destinada a sostener candidaturas, olvidando que sólo sirven cuando el contenido está bien defi nido, cuando el pueblo sabe cuáles son las ideas que van a defender esos candidatos. El retroceso en materia de debate de ideas afectó al radicalismo, de la misma manera que a toda la política argentina. El silencio durante el cuatrienio macrista pudo servir para alguna candidatura personal, pero agravó el fracaso. Por eso, la tarea consiste en reivindicar la identidad de la UCR y sus valores históricos, incluyendo nuevas visiones que actualicen su pensamiento. La pobreza es la cuestión más grave que afecta a la Argentina. La UCR siempre estuvo identifi cada con la libertad, pero también, en el mismo nivel jerárquico, con la justa distribución del ingreso. A ese camino debe volver.