Por Jorge Capitanich. No cabe la menor duda que estamos viviendo una imposición forzosa de una matriz hegemónica de base neoliberal en el mundo en donde prolifera un sistema político de alta polarización ideológica, cooptación corporativa del Estado para satisfacer intereses minoritarios.
Pero también, el sostenimiento de una contradicción estructural entre incluidos que poseen un comportamiento cada vez más xenófobo, racista y conservador y excluidos sin representación política.
Al mismo tiempo, el sistema económico de alta concentración y excesiva especulación financiera tiende a conformar una nueva organización de los factores productivos, cuya predominancia del capital con su retribución específica del interés desplaza de un modo sistemático aquellos ejes de acumulación y distribución basados en etapas pre-capitalistas y capitalistas.
El dueño del capital es el nuevo señor feudal y el resto constituyen los siervos de la gleba en una hiper-concentración de riqueza agraviante para el sentido común.
¿Es posible vivir en un mundo de 7300 millones de personas con 815 millones de hambrientos, 60 millones de migrantes, 3000 millones de pobres y 210 millones de desocupados? Ciertamente no.
¿Es posible pensar que las protestas sociales de tipo clásica han sido exitosas? Probablemente no. Es necesario replantear las modalidades de la protesta social con el objeto de lograr no solamente visibilizar la misma, sino también lograr la sensibilización por parte de la sociedad. Todos estamos de acuerdo que este sistema capitalista salvaje, que esta expoliación sistemática de riqueza hacia una concentración sin límites, marca de una manera objetiva la inviabilidad de este modelo con alta exclusión y miseria.
Pero la protesta sin sentido, tampoco genera conciencia y alentar el consumo sin conciencia genera la preparación de elementos reaccionarios en la ciudadanía. En definitiva, muchos gobiernos progresistas en la región hemos preparado a las fuerzas contra-revolucionarias, pues la expansión de consumo sin conciencia genera consecuencias no deseadas.
Los jóvenes, los más castigados
Los jóvenes son los más castigados en la sociedad moderna. Poseen la más alta tasa de desocupación y exclusión social al mismo tiempo que los gobiernos se endeudan a mansalva para favorecer a corporaciones financieras saqueadoras con el único objetivo de aumentar el grado de dependencia del capital financiero.
Hoy, tenemos que pensar que sin ciencia ni tecnología, sin educación de calidad y sin una organización del sistema económico que privilegie la producción de bienes y servicios con valor agregado resulta imposible generar empleos de buena calidad que sean sustentables en el largo plazo. Hoy no estamos observando el fenomenal proceso de transformación de la agricultura celular, la biotecnología moderna, la producción de carnes sintéticas, la internet de las cosas, la robótica y la inteligencia artificial y su consiguiente impacto en la estructura productiva de base industrial.
Tres ejes
Es necesario y preciso articular un programa de gobierno que sostenga tres ejes, tres reglas y tres políticas. Los tres ejes deben ser: a) autoabastecimiento energético, b) industrialización acelerada selectiva de sustitución de importaciones en cadenas de alto valor agregado con aumento y diversificación de exportaciones mediante acuerdos bilaterales de comercio, c) logística integrada apuntalada con inversión pública y privada destinada a lograr competitividad sistémica de la economía en su conjunto.
Estas tres reglas son esenciales para lograr la estabilidad macroeconómica, y queda claro a través de la historia argentina que resulta imposible lograr sustentabilidad de la tasa de crecimiento de largo plazo con desequilibrios macroeconómicos estructurales. Lo ideal es lograr superávit fiscal primario y financiero, con superávit comercial y de cuenta corriente con el objeto de que estos superávits gemelos permitan acumular reservas sin necesidad de expandir la base monetaria de manera compulsiva sino respondiendo a la recuperación de la confianza de la moneda de curso legal.
El autoabastecimiento energético es una condición sine qua non, no para exportar energía sin valor agregado industrial sino para potenciar las cadenas de valor productivas a los efectos de construir una red de producción y consumo sustentable de largo plazo. Desde la producción de hidrocarburos en forma convencional y no convencional, pasando por energías renovables como las eólicas y termo-solar o fotovoltaicas hasta nuclear y/o hidroeléctrica, todas las fuentes con asimetrías de tiempo y alimentación de la demanda constituyen expresiones para la transformación de estas iniciativas.
No cabe la menor duda que al no ser un país con señoreaje monetario de moneda dura, nuestra única alternativa es construir una regla fiscal que tienda al equilibrio, una regla monetaria que tienda a la estabilidad y una regla cambiaria que tienda a la competitividad con valor agregado industrial.
Y por último, las tres políticas articuladas tienen que ser al mismo tiempo la industrial, la de empleo y la de estímulos a las economías regionales. Nada de esto se puede lograr sin una amplia concertación plural y democrática que permita optimizar un acuerdo social entre trabajadores formales e informales representados por la economía popular junto a empresarios de Pymes, industria nacional y complejos exportadores múltiples, pero al mismo tiempo un acuerdo de gobernabilidad con gobernadores e intendentes que permita estimular las economías regionales, mejorar la calidad de la gestión pública con fuerte descentralización en provincias y municipios con metas específicas en una concertación de alcance federal.
Opciones de desarrollo sustentable
La combinación de equilibrio macroeconómico por consenso estructural, el acuerdo social y económico con metas de producción y empleo conjuntamente con un federalismo real y efectivo, constituyen opciones de desarrollo sustentable para el país que se viene.
Este acuerdo con el FMI, el saqueo financiero y la fuga de capitales con alta conflictividad social y regresividad en la distribución del ingreso hacen imposible e inviable cualquier estrategia de crecimiento económico.
Las disputas explícitas y palaciegas sin un ideario colectivo, con pactos en las penumbras en contra de los intereses populares, implican la destrucción integral del sistema político sin la base de confianza para liderar un cambio después de Cambiemos.