Buenos Aires. En una reciente nota publicada en el medio nacional aseguran que el núcleo duro son cuatro hermanos y su madre. La mitad están prófugos en una causa por lavado de dinero. Tienen galpones, comercios y camiones.
El escrito señala que orden de allanamiento y captura en mano, los gendarmes llegaron a la casa del barrio Puerta del Sol, ubicado al norte de la ciudad chaqueña de Roque Sáenz Peña, la segunda más grande de la provincia, dispuestos a tirar la puerta abajo. Pero no hizo falta.
En la propiedad los estaba esperando una mujer con las llaves del lugar. Ella misma les explicó lo que estaba pasando: el dueño, que sabía que se iba a hacer un operativo para detenerlo, se las había dejado con el expreso pedido de que las entregara a las autoridades para que no le rompieran nada.
El fallido allanamiento -que dio negativo, como era de esperar- ocurrió el viernes 23 de septiembre. La filtración del dato recalentó los ya calientes ánimos en la Justicia Federal de Chaco, que en mayo pasado había desplegado unos 300 gendarmes con el único objetivo de capturar a los principales miembros del llamado clan Sosa.
En esa oportunidad, solo pudieron encontrar a uno. El objetivo del viernes en Puerta del Sol también apuntaba a la misma organización familiar.
«Hay un miserable corrupto que está dentro de las filas del Ministerio Público, de la Justicia o de las fuerzas de seguridad que está brindando datos a estos narcotraficantes, es decir que es participe de la banda», le dijo indignado a los medios locales el fiscal federal de Roque Saenz Peña, Carlos Amad.
Amad investiga a los Sosa desde noviembre de 2020. La causa contra ellos es por lavado de dinero proveniente del narcotráfico y la cúpula es defendida por un abogado con bagaje narco: Luis Sasso, defensor histórico del narcoabogado Carlos Salvatore, el traficante de cocaína más importante de la Argentina, fallecido en mayo de 2018.
Pero la historia de los Sosa no arrancó con la pandemia. El patriarca del clan, Juan Alberto Sosa, fue un conocido delincuente chaqueño. Su nombre de «guerra» era Juan Loca y tenía la virtud de no hacer lío en su pueblo.
Juan, que murió en 2015, tuvo cuatro hijos con Ana María Flamenco (56): Ariel Alberto (39), actual líder de la familia; Lucas Matías (35); Hugo Sebastián (33) y Mariela (37). Ellos no respetaron la tradición de mantener la paz en su lugar de arraigo y se convirtieron en el terror de Roque Sáenz Peña.
La historia del clan incluye desde una condena por narcotráfico en 2016 contra nueve de sus miembros (entre ellos Ana María Flamenco y su hijo Hugo), hasta todo tipo de desmanes, como un tiroteo en un boliche bailable y cruentos enfrentamientos a balazos con una banda rival conocida por el colorido nombre de «Los Chupa Chichis».
Como, al parecer, cada vez que van a buscarlos alguien les avisa de los operativos, buena parte de la cúpula de la banda esta prófuga. Para empezar, los de más peso, Flamenco y sus hijos Ariel y Hugo.
Lucas cayó en mayo y tanto Mariela Sosa como su cuñada Lía Ruth Paz (36), esposa de Ariel, se presentaron en la Justicia y lograron prisión domiciliaria para cuidar a sus hijos y transitar sus embarazos.
Entre matrimonios, segundas parejas, hijos y nietos, tíos y primos, la fiscalía contabilizó 70 personas ligadas por lazos familiares al clan Sosa.
Ostentación y desmadre
La Justicia tiene una hipótesis: que los Sosa y sus familias satélites integran una organización narco que trae la cocaína desde Bolivia y la marihuana desde Paraguay. Pero, por ahora, solo han recolectado indicios.
Dedicados oficialmente al negocio de logística (reparto de mercaderías), la teoría de la fiscalía es que usan sus camiones para mover algo más que gaseosas y comestibles.
Su estilo de vida -totalmente desproporcionado en relación a sus datos comerciales en la AFIP- fue la punta que encontró el fiscal Amad para ir tras ellos por el delito de lavado de dinero.
La investigación patrimonial dio sus frutos y comenzaron a caer las órdenes de captura. Eso los hizo replegarse y esa es la razón por la que en los últimos meses los vecinos de Roque Sáenz Peña disfrutan de una frágil paz.
Antes de tener que esconderse, los hermanos Sosa se habían convertido no solo en una banda, sino en una pandilla. En su dictamen del 26 de abril de 2022, el fiscal Amad recopiló algunos de los hechos de violencia que llegaron a la tapa de los medios locales pero no a hacerles daño judicialmente.
1)-En octubre de 2020 una Ford Raptor chocó violentamente contra un Peugeot 2008 en el barrio 50 Viviendas. La camioneta tenía una cédula azul a nombre de Ariel Sosa. A las pocas horas, el local “Ortopedia Sáenz Peña” terminó con 28 impactos de bala que fueron disparados desde la misma Raptor. En un allanamiento se demoró al hijo de 15 años de Ariel, pero no está claro si él fue el autor del desparramo.
2)-El 19 de septiembre del año 2021, dos bandas se enfrentaron. De un lado estaba Miguel Fernando González, apodado “Chupa Chichi”, y del otro Hugo Sosa, hermano de Ariel Sosa. Fue a los tiros y allí terminaron heridos Lucas Sosa y Walter Ayala, ambos rivales.
3)-La madrugada del 28 de noviembre de 2021, hubo una batalla campal en el local bailable “Timotea”. Los Sosa se fueron de allí dejando un tendal de heridos y destrucción.
4)-El 3 de abril de 2022, una nueva batalla entre los Sosa y los «Chupa Chichis» terminó con un muerto: José Luis Barrios, de la banda de los Sosa. También resultaron heridos Ariel Sosa, Enrique Marcelo García y Cristian Alfredo Rivas. Por este hecho, se encuentra prófugo Miguel González -jefe de los «Chupa Chichis»-, que quedó filmado por las cámaras de seguridad.
Guerra entre bandas, descontrol, autos lujosos, motos último modelo, cobertura para lograr impunidad a base de bolsos llenos de billetes.
A algunos les podrá parecer que esto pasa muy lejos. Pero ojo: hace diez años, «Los Monos» de Rosario también parecían un efímero fenómeno local.