Buenos Aires. Marcos Peña, María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Jaime Durán Barba, y Carlos Grosso, continuarán cerca de Macri,pero ya no sera un grupo concentrado de poder. Es la continuidad al desarmado del trio que componían Peña y los exvicejefes Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.
Tras la modificación del gabinete, el presidente Mauricio Macri desarmó su mesa chica, símbolo de la toma de decisiones de su administración. Así, dejó de existir el espacio que ocupaban el jefe de Gabinete, Marcos Peña; la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal; el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, y Carlos Grosso, el exintendente porteño que acompaña desde el comienzo de la gestión.
El grupo de consulta, que se diseñó como un apoyo para el presidente y que se convirtió en una instancia de poder en la Casa Rosada, no se juntará más. Eso sí, los cinco continuarán muy cerca de Macri, que los tiene como sus principales consejeros.
«No existe más esa mesa», confiaron fuentes cercanas al presidente al diario La Nación. El último encuentro del grupo de los cinco fue hace 18 días, en la quinta de Olivos, en el dramático fin de semana que terminó con la mitad de los ministros eyectados.
El objetivo de Macri es mostrar un gobierno con una dinámica de trabajo más abierta, viejo reclamo de algunos de sus funcionarios y de sus socios políticos. Se trata de la segunda etapa del plan que se puso en marcha con el cambio del gabinete, que se compactó a la mitad. Tanto el presidente como Peña, pese a algunos análisis que se hicieron después del cambio de gabinete, están convencidos de que «el cambio de diseño de gobierno fue estructural».
NUEVO ESQUEMA
El final del tridente, que componían Peña y los exvicejefes Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, fue el primer paso. Los ministros sobrevivientes, ahora empoderados como «ministros de gobierno», no tendrían que rendir cuentas al trío que Macri había bautizado como «sus ojos e inteligencia».
Con Peña fortalecido en la conducción del gabinete -más volcado a la gestión y al armado político, mantendrá un bajo perfil por el momento-, el resto de la mesa chica quedará como fuente de consulta, pero ya no habrá reuniones programadas.
«La mesa chica siempre fue un gran fetiche. Más mito que realidad», describió una fuente del Gobierno. Según uno de los integrantes, el grupo más cercano del Presidente solo se reunió cuatro o cinco veces.
Cerca de Macri explicaron que con esta determinación buscó «fortalecer espacios», pero con el foco puesto en los diez ministros, nuevos actores protagonistas. Al potenciarlos, explicaron fuentes oficiales, creció la protección de la figura presidencial, que por el estilo de conducción, quedaba siempre más expuesto.
«Cerrarse en unos pocos lo debilitó. Ahora el vínculo es mayor. Los ministros se complementan y trabajan juntos en las estrategias», aseguraron fuentes de la Casa Rosada. Antes, con el esquema que imponían Quintana y Lopetegui, quedaban desacoplados.
Pese a esto, fuentes cercanas al jefe del Estado destacaron el trabajo de los exvicejefes de Gabinete, los controllers del Gobierno hasta hace diez días. Hoy el seguimiento de la gestión quedó en cabeza de Peña, pero los asisten el flamante vicejefe de Gabinete, Andrés Ibarra; Alejandro Fontán Balestra -el ingeniero, cercano al ministro coordinador, quedó como uno de los nuevos coordinadores-, y el exministro de Producción Francisco Cabrera, entre otros. También participarán directamente los ministros.
El presidente buscó terminar con las desconfianzas que provocaba en el resto la idea de que detrás de las decisiones más relevantes solo había espacio para cinco asesores con un estatus superior.
Ese malestar lo palpó de primera mano Macri el 1 de septiembre. Como publicó Clarín, la ascendencia de Grosso y de Durán Barba en las deliberaciones de esas horas generaron problemas internos, con el ala política del macrismo y con los socios de Cambiemos, en particular con el radicalismo.
Mientras pone en funcionamiento el nuevo esquema, el Gobierno trabaja día y noche para evitar que la crisis cambiaria vuelva a desatarse, aunque en esta oportunidad sin pronósticos. «Nos acercamos al abismo tres o cuatro veces en cinco meses, pero estamos haciendo las cosas que hay que hacer para que esta sea la última crisis», admitió un hombre con trato frecuente con Macri.