Buenos Aires. El obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, reflexionó sobre las lecturas del tercer domingo de Adviento, en particular sobre la que se refiere al profeta Isaías “que, imaginando la vuelta de los desterrados israelitas, de nuevo a su pueblo, atravesando el desierto, se imagina el desierto como un jardín”.
“Cuánto de desierto hay en nuestra vida y cuánto de vacío hay en nuestra vida”, exclamó, y describió: “Vivimos intoxicados de imágenes, muchas veces no sabemos pensar y escuchar, no sabemos qué rumbo tomar”.
“Si nos pudiéramos conectar con nuestros deseos más profundos con nuestra búsqueda -subrayó-, y al mismo tiempo con nuestras necesidades, con nuestras carencias;, encontraríamos la necesidad de verdad frente a tanta confusión. La necesidad de vivir una auténtica justicia, una verdadera fraternidad, un deseo inmenso de solidaridad”.
El prelado sanisidrense recordó que “a todo esto, a este deseo profundo, Jesús quiere responder en el Evangelio” y puntualizó: “Cuando Juan Bautista le pregunta ‘¿eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?’ Jesús repitiendo la profecía de Isaías va a decir ‘vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto”.
“‘Los ciegos ven, los sordos oyen, los paralíticos caminan, los leprosos son curados’. Esto quiere decir tenemos rumbo, es la luz de Jesús que viene a buscarnos, que viene a iluminar nuestro camino, a transformar ese desierto, ese vacío y esa incertidumbre”,
“Los sordos oyen, es la Palabra de Dios que ilumina nuestra vida, que abre nuestros oídos a una nueva dimensión; los paralíticos caminan, podemos salir del entumecimiento de no saber qué hacer para servir a los hermanos y entender el modo concreto de servirlos. Los muertos resucitan, Jesús viene a traer esta vitalización profunda de todo lo que está abierto, de todo lo que está hundido sin vida y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Este es el último signo, la evangelización de los pobres, la venida de Jesús trae esto”.
Monseñor Ojea animó a vivir este domingo la alegría sintiendo “próximos los pasos de Jesús” y pidiéndole “que transforme el desierto de nuestro corazón en un verdadero jardín de esperanza, que pueda esperar ese encuentro claro y definitivo con él que es nuestra luz, que es nuestra palabra, que es nuestra fuerza que nos hace caminar juntos, que es nuestra vida que nos hace resucitar todo lo que tenemos muerto dentro de nosotros”.