22 noviembre, 2024

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1800 ladrillerías afectadas por falta de obra pública generarían 10 mil desempleos

Sáenz Peña. Según dan cuenta desde el sector el panorama comienza a ser desolador. Sin poder comercializar, los trabajadores abandonan ladrillerías.

La suspensión de la obra pública provocó la caída en la venta de ladrillos. Esto genera hoy que las ladrillerías estén sin poder comercializar sus productos y muchas de ellas abandonadas, lo que provoca que algo más de 10.000 personas no tengan «su changuita diaria».

El ladrillo, considerado como una economía popular por la política de Estado, es en realidad una industria que genera mano de obra e inyecta dinero en los pueblos y ciudades. En Presidencia Roque Sáenz Peña, en el barrio Matadero, se concentra la mayor cantidad de ladrillerías. En el lugar el panorama ha cambiado en los últimos meses y ya no se ve a los operarios amasando y cortando el barro para dar forma al insumo esencial para levantar una vivienda, una escuela o un hospital. Ese insumo esencial, cuya fabricación debe entenderse como una actividad industrial, es el ladrillo.

El «abrupto» cese de la obra pública dejó sin trabajar a las ladrillerías. La demanda privada también registró un estancamiento provocado por la crisis económica. «La materia prima para los adobes la tenemos disponible y también hay mercadería lista para ser comercializada. Si bien es cierto que Sáenz Peña consume ladrillos, falta la obra pública que es la que genera que todos trabajemos y que todos vendamos lo que producimos», dice Oscar «Miski» González del Consorcio de Ladrilleros en el departamento Comandante Fernández.

En su ladrillería la imagen es desoladora. Las canchas vacías, los hornos con restos de quemas antiguas, las carretillas guardadas y nadie en el lugar trabajando para llevar el sustento diario a la familia. «A la vuelta», el 50% de los emprendimientos, todos familiares, «ya pararon porque no pueden pagar un camión de tierra, el agua o a los operarios».

«El efecto de las medidas nacionales que paralizaron las obras públicas, si no se reactivan, dejarán sin trabajar a 1800 ladrillerías. Solamente podrá continuar aquel emprendimiento que tiene, por ejemplo, un almacén que le permita canjear ladrillos por mercadería para vender», comenta «Miski» González. «El que vive exclusivamente de la ladrillería quedará parado y son entre 10.000 y 12.000 trabajadores que mueve la industria del adobe en la provincia que no tendrán un ingreso económico», advierte.

Caída de la venta

La posibilidad de demanda de adobes por parte de los particulares que están encarando alguna construcción es «una esperanza para la ubicación de la producción». La diferencia entre la obra pública y la privada es el volumen. En el caso de la construcción que no es con fondos públicos, los ladrilleros comercializan «por goteo», en pocas cantidades y sin regularidad. «Los particulares consumen pero comprando entre 500, 1000, 5000 y hasta10.000 unidades y si te compran esas 10.000 las pedirán por etapas porque no disponen de lugar para almacenar esa cantidad», relata Oscar «Miski» González.

La realidad es que el dinero «por goteo» proveniente de esas ventas a los vecinos que construyen en la ciudad, «alcanza apenas para cubrir los gastos mínimos y no deja posibilidad de generar un ahorro para el ladrillero. La inflación provoca que si se venden hoy 2000 adobes, el dinero se lo reparte para cubrir costos en un lado y en otro, finalmente en la ladrillería no queda nada de esa venta», reflejan los ladrilleros locales. «Hoy se trabaja cuando se vende algo y si no se vende no se vuelve a fabricar porque hay stock disponible», añade.

La obra pública

La comercialización a gran escala generada a partir del consumo que tienen las obras encaradas por el Estado son las que movilizan a todas las ladrillerías. Provocan la circulación del dinero por el pago a los jornaleros, a «los changarines», que se necesitan para cortar y satisfacer la demanda por cantidad.

El dinero de esa venta por cantidad es también lo que necesitan para pagar los insumos: la tierra, el agua, la liga y la leña. «En el caso de Sáenz Peña la tierra la debemos comprar porque hemos quedado dentro del ejido urbano, además también se paga por el acarreo de agua y la compra de liga a las carpinterías», resume González. «Todo es mucho gasto porque también hay que sumar el gasoil que se utiliza para cada movimiento», añade.

«Es mucho el movimiento que se realiza para fabricar 1000 ladrillos y en todo el proceso los costos han aumentado entre el 100% y el 200%», remarcan los ladrilleros.

Producción en jaque

El movimiento económico que genera el ladrillo es necesario destacarlo para entender que el sector debe ser considerado como una industria que le da valor agregado a la tierra y genera fuentes de trabajo. En el período en el que se ejecutaban construcciones con fondos del Estado, en Sáenz Peña se fabricaban por mes cuatro millones de adobes. El 60% para consumo de la obra pública y el 40% para la demanda de los particulares.

«En pleno auge de la obra pública en la provincia se fabricaban 40 millones de ladrillos cada mes», refieren desde el Consorcio de Ladrilleros de Sáenz Peña. En números fríos, la traducción a pesos sería: 40 millones de ladrillos a $45 cada unidad, «un total de $1800 millones que circulaban en la provincia, en los pueblos, en las ciudades. Todo dinero que se redistribuye en la economía local», remarcan.

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