Roma. Miles de personas se congregaron este domingo en la Plaza San Pedro para escuchar el mensaje navideño del papa Francisco, quien oró por Ucrania, un país devastado por la guerra, y pidió que no se use la comida como un arma.
El líder de la Iglesia católica habló a los fieles desde el balcón central de la Basílica de San Pedro en el Vaticano antes de entregar la bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad y el mundo).
«Hermanos ucranianos viven esta Navidad en la intemperie o lejos de sus hogares a causa de la destrucción de esta guerra. Que se iluminen las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin a esta guerra insensata», dijo el pontífice de 86 año en su discurso, transmitido en todo el mundo.
«Toda guerra provoca hambre y usa la comida misma como arma. Que la comida no sea más que un instrumento de paz», indicó.
«Nuestro tiempo está viviendo una grave carestía de paz», lamentó. Entre otros conflictos, mencionó a Siria, Tierra Santa, el Sahel, Myanmar e Irán, regiones convulsionadas para las que deseó «que se evite todo derramamiento de sangre».
Francisco ha hecho llamados por la paz desde que Rusia invadió Ucrania en febrero, y ha condenado la guerra mientras intenta mantener un equilibrio delicado con Moscú. Sin embargo, ha enfrenado críticas por no ser más directo en señalar al presidente ruso, Vladimir Putin.
Más bien se ha enfocado en el costo humano de la guerra, y lloró recientemente cuando oró por una Ucrania «atormentada». En una entrevista publicada en noviembre en la revista America, de los jesuitas estadounidenses, el prelado argentino denunció la crueldad de las fuerzas rusas en Ucrania, lo que motivó una protesta formal de Moscú.
En cuanto a América Latina, Francisco pidió este domingo un «esfuerzo por pacificar las tensiones políticas y sociales que afectan a varios países». Y añadió: «Pienso particularmente en el pueblo haitiano que está sufriendo desde hace mucho tiempo».
La noche del sábado, el Papa encabezó la tradicional Misa de Nochebuena en la Basílica de San Pedro ante unas 7.000 personas, según el Vaticano.
Usando silla de ruedas por su dolor de rodilla, el papa oró por «los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia», y lamentó que «los hombres en el mundo, hambrientos de poder y dinero, devoran de igual modo a sus seres queridos, a sus hermanos».
Pidió a la gente «dejar la tibia calidez de la mundanidad» y que «no dejemos pasar esta Navidad sin hacer algo de bueno».
Unas 4.000 personas sin boletos siguieron la ceremonia en pantallas gigantes instaladas fuera de la Basílica, mientras los 1.300 millones de católicos en el mundo se preparaban para celebrar el nacimiento de Cristo.
«Es muy inspirador estar aquí con toda esta gente», expresó a la AFP Victoria Machado, quien viajó al Vaticano con su familia desde México. «Estamos felices y conmovidos de ver al papa, incluso estando afuera, y sentir esta conexión unos con otros», agregó la joven de 19 años.
Julie, una administradora francesa de 50 años, consideró que el papa es «un hombre muy humilde, creo que es capaz de ofrecer un mensaje de paz y tratar de unir a las personas y aliviar las tensiones».