Buenos Aires. Los candidatos de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos cruzaron críticas y chicanas en un debate que los tuvo como protagonistas excluyentes. Ahora quedarán los últimos actos de campaña, los cierres el próximo jueves, la veda y la hora de las urnas el próximo domingo.
El segundo debate presidencial, el último round entre los seis candidatos antes de las elecciones generales del próximo domingo pareció sentarle mejor al presidente Mauricio Macri que la semana pasada había mostrado pocos reflejos para responder a las críticas de sus contendientes.
En aquella oportunidad, la mejor síntesis del debate la constituyó esa foto en la que se podía ver a un Alberto Fernández sonriente frente a una Macri con la mirada perdida y una expresión de incomprensión en su rostro. Como un boxeador grogui por los golpes que se pasea por el ring intentando mantenerse en pie, el mandatario que busca la reelección no había mostrado capacidad de reacción ni de respuesta.
Este domingo la realidad fue otra. Macri no esperó. Sabía que tenía que cambiar la historia, y decidido a encontrar ese golpe salvador que le permita ganar una pelea que se sabe de antemano perdida salió a golpear desde el inicio. Intentó conectar ese golpe improbable que jamás llegó pero que le permitió por lo menos mostrar otra imagen para dar esa otra batalla que ya comenzó a encarar: mantenerse como líder de la oposición durante los próximos cuatro años.
Macri se ve en el espejo de Sebastián Piñera quien logró recuperar el poder tras un mandato de Michelle Bachelet. Y por eso le volvió a hablar más a los propios que a tratar de sumar nuevos votantes. Y para eso volvió a tallar precisamente allí donde supo crecer: la grieta.
Sin nada que mostrar luego de cuatro años de gestión y con poco margen para prometer cosas luego de haber incumplido todos y cada uno de sus compromisos de la campaña de 2015, el mandatario apeló una y otra vez al “nosotros” como contraposición del “ellos” para diferenciarse del kirchnerismo.
Enfrente Macri encontró un Fernández tan sólido como la semana anterior que devolvió golpe por golpe. Así como durante el primer debate el candidato del Frente de Todos apeló una y otra vez al latiguillo “entérese señor presidente” para reforzar al idea de que el mandatario vive desconectado de la realidad, en esta oportunidad minó el peso de las palabras de Macri al pedirle “seamos serios” en reiteradas oportunidades.
Esta dinámica instalada desde el primer momento del encuentro entre candidatos dio forma más temprano que tarde a un debate dentro del debate en el que Macri y Fernández dialogaron entre ellos casi de manera exclusiva y dejó a los restantes candidatos relegados a un rol secundario.
Macri y Fernández intercambiaron más chicanas que propuestas de gobierno. El presidente prometió traer alivio a los hipotecados UVA a partir de enero próximo (luego de no darles respuestas durante meses) al anunciar que se modificará el modo de indexar las cuotas de los créditos que dejaría de ser por inflación para pasar a ser por el índice de Evolución del Salario. Por su parte Alberto prometió crear un Ministerio de la Vivienda.
Mucho más picantes que la semana pasada los dos principles contendientes se buscaron desde el inicio. “Es importante saber la trayectoria de los candidatos, yo no cambio para acomodarme” comenzó Macri que sin nombrarlo disparó contra Fernández por el alejamiento y posterior acercamiento de Fernández a Cristina Kirchner.
El candidato del Frente de Todos no se quedó atrás: “Me eduqué en esta Facultad de Derecho y sabemos que un presidente no se debe involucrar en la justicia ni firmar decretos que favorezcan a sus hermanos, esta semana se dedicaron a hablar sobre mi índice, que señala errores y conductas, estaría bueno dedicarnos a otros índices como los de la pobreza, educación o inflación. Preocupémonos por lo que importa”.
Ahora quedarán los últimos actos de campaña, los cierres el próximo jueves, la veda y la hora de las urnas el próximo domingo. Nada de lo que hizo Macri a nivel gestión entre las PASO y este domingo hace prever un cambio radical en la volutad de los votantes. De hecho todas las variables que ponían en duda su reelección incluso antes de las PASO empeoraron tras ellas.
Por eso el mandatario reclamó una participación histórica el próximo domingo. Sabe que quienes no lo votaron el 11 de agosto tampoco lo harán ahora y espera que un aluvión de votantes que no participaron de las PASO le permita llegar al improbable balotaje. Son, a decir de Elisa Carrió, sus “amigos que estaban esquiando y en el divino verano europeo”, un argumento débil para sostener un sueño reeleccionista.