Roma. El nacimiento de Jesús no debe reducirse a «una mera celebración sentimental o consumista», dijo el Papa esta mañana en la audiencia general.
“Si la pandemia nos ha obligado a estar más distantes, Jesús, en el pesebre, nos muestra el camino de la ternura para estar cerca, para ser humanos. Seguimos este camino”, señaló el papa Francisco en la mañana de este miércoles 23 de diciembre. En vísperas de la Navidad el pontífice dedicó algunas reflexiones para celebrar con mayor conciencia “la fiesta del amor encarnado”.
Antes que nada, recordó que “en la liturgia de la Noche resonará el anuncio del ángel a los pastores: “No teman, aquí les anuncio una gran alegría” para todo el pueblo: hoy “les ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor”. Y la señal será, escribe Lucas en su Evangelio, “un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”.
También nosotros, como los pastores, “nos trasladamos espiritualmente a Belén”, recordó Francisco, “donde María dio a luz al Niño en un establo”, porque “no había lugar para ellos en el albergue”.
Secuestrada por el consumismo
La Navidad, destacó el Papa, “se convirtió en una fiesta universal, incluso quienes no creen perciben el encanto de esta ocasión”.
El cristiano, sin embargo, sabe que la Navidad es un acontecimiento decisivo, un fuego perenne que Dios encendió en el mundo y que no se puede confundir con lo efímero. Es importante que no se reduzca a una mera fiesta sentimental o consumista.
Una fiesta, añade, “secuestrada” por el consumismo, “llena de regalos y buenos deseos, pero pobre en la fe cristiana” y también “en la humanidad”.
Por eso, Francisco pidió “frenar una cierta mentalidad mundana, incapaz de captar el núcleo incandescente de nuestra fe”, resumido en las primeras palabras del Evangelio de Juan: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y nosotros hemos visto su gloria”, la gloria que viene del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”. Esta es la verdad de la Navidad, dijo, “no hay otra”.
El drama de la historia y la bondad de Dios
La Navidad, prosigue el Papa, “nos invita a reflexionar”, tanto “sobre el drama de la historia, en la que los hombres, heridos por el pecado”, buscan sin descanso la verdad, la misericordia y la redención, tanto “sobre la bondad de Dios” como en Jesús “vino a nuestro encuentro para comunicarnos la Verdad que nos salva y compartir su amistad y su vida”.
Es un regalo de gracia que recibimos en Navidad, una fiesta de “sencillez y humanidad”, que “puede quitarnos el pesimismo de nuestro corazón y nuestra mente”, que hoy está muy extendido debido a la pandemia.
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Podemos superar esa inquietante sensación de pérdida, sin sentirnos abrumados por las derrotas y los fracasos, con la nueva conciencia de que “ese Niño humilde y pobre, escondido y desamparado, es Dios mismo, hecho hombre por nosotros”.
Dios está unido en Jesús a todo hombre, es uno de nosotros
El pontífice recordó que el Concilio Vaticano II, “en un célebre pasaje de la Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo”, nos dice “que este acontecimiento nos concierne a cada uno de nosotros” porque “con la Encarnación el Hijo de Dios” se unió a todos los hombres.
“Trabajó con manos humanas -leemos en Gaudium et spes-, pensó con la mente de un hombre, actuó con la voluntad de hombre, amó con el corazón de un hombre”. “Dios, en Jesús, es uno de nosotros”: es una realidad, comentó el pontífice, que “nos da tanta alegría y tanto coraje”.
Dios no nos miró desde arriba, desde lejos, no nos pasó de largo, no se sintió disgustado por nuestra miseria, no se vistió con un cuerpo aparente, sino que asumió plenamente nuestra naturaleza y nuestra condición humana. Es uno de nosotros, como nosotros. No dejó nada fuera, excepto el pecado: lo único que no tiene. Toda la humanidad está en él.
La debilidad de Jesús nos revela el amor de Dios
Citando a San Agustín en las “Confesiones”, el papa Francisco habló de la “debilidad” de Jesús humilde, que es una “enseñanza”, porque “nos revela el amor de Dios”.
La Navidad es la fiesta del amor encarnado y nacido para nosotros en Jesucristo. Él es la luz de los hombres que brilla en las tinieblas, que da sentido a la existencia humana y a toda la historia.
Para prepararse “con mayor conciencia” para la Navidad, el Papa señaló “un camino al alcance de todos”: meditar un poco en silencio frente al pesebre, que es “una catequesis” desde ese día hace más de dos mil años, e invitó a releer su carta apostólica Admirabile signum, “Segno mirabile”, dedicada a la tradición iniciada por San Francisco de Asís.
“Que renazca en nosotros la maravillosa manera en que Dios quiso venir al mundo”, que el Señor nos dé la gracia del asombro para encontrarlo, para acercarnos a él, para acercarnos a todos. Esto hará renacer en nosotros la ternura.
Ternura humana cercana a la de Dios ¡Y hoy necesitamos tanta ternura, tanta necesidad de caricias humanas, ante tantas miserias! Si la pandemia nos obligó a estar más distantes, Jesús, en el pesebre, nos muestra el camino de la ternura para estar cerca, para ser humanos. Seguimos este camino. ¡Feliz Navidad!