Roma. Francisco presidió la Misa in Cena Domini en la prisión para mujeres de Rebibbia, en Roma. Ante reclusas y personal penitenciario, insistió en la necesidad de imitar a Jesús en la vocación de servicio.
El Papa Francisco acudió este jueves a la prisión femenina Rebibbia, en Roma, para celebrar la misa del Jueves Santo y, desde su silla de ruedas, lavó los pies a doce reclusas.
Bajo una gran carpa, en el patio de la prisión, presidió la misa en presencia de 200 personas, entre presas, ex reclusas, personal penitenciario y algunas familias. La prisión de mujeres de Rebibia tiene detenidas a 370 mujeres, y es uno de los dos grandes centros penitenciarios de la capital italiana.
El pontífice llegó por la tarde a la prisión y saludó a las mujeres presentes en la asamblea, antes de tomar asiento cerca del altar dispuesto para la ocasión. Tras la lectura del Evangelio de la Última Cena, Francisco quiso llamar la atención sobre dos momentos particulares.
Primero, el gesto de Jesús con los discípulos, que “se humilla con el gesto de lavarles los pies”. “Con este gesto, nos hace comprender que no vino para ser servido, sino para servir”, explicó, subrayando la vocación de servicio.
Luego, se refirió al episodio de la traición de Judas. «Es el egoísmo lo que lo empuja a hacer este gesto desafortunado», pero destaca: “un gesto que permitió a Cristo mostrar su amor absoluto”.
Para ilustrar sus palabras, el Papa mencionó una anécdota: recordó haber conocido a una mujer muy anciana y sabia que le dijo: “Jesús nunca se cansó de perdonarnos, pero somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”. Por eso, pidió a cada fiel presente pedir al Señor “la gracia de no cansarnos de pedir perdón”, independientemente de las faltas y pecados cometidos.
Poco después de la homilía, el Papa procedió a lavar los pies de doce prisioneras, de entre 40 y 50 años, de diferentes nacionalidades. La emoción se hizo visible entonces en los rostros de estas mujeres, algunas de las cuales lloraban.
La celebración finalizó con un discurso del director del centro penitenciario. Al Papa se le entregó una cesta con alimentos elaborados por las mujeres de la prisión, así como un sombrero con los colores del arco iris y estolas confeccionadas por las reclusas. El Santo Padre ofreció en el intercambio un cuadro de la Virgen María.