Buenos Aires. En pesos superó los 5 billones, en porcentaje el 360% o bien: se elevó 4,6 veces . Ese récord marcó la deuda del Banco Central el pasado 30 de marzo.
El pasado 30 de marzo, la deuda remunerada del Banco Central superó los 5 billones de pesos, es decir, se multiplicó por 4,6 veces. Sucedió durante la administración de Alberto Fernández. También puede verse como un crecimiento del 360%, así lo explicó el redactor de la Nación Javier Blanco en una nota publicada esta mañana.
El récord llama la atención teniendo en cuenta que parte importante de la campaña presidencial del actual presidente en 2019 fue criticar a los «usureros» que se beneficiaban de ello (que son básicamente los bancos) como también cargar contra el elevado costo que significaba, dado que llegó a costar unos 80 mil millones de pesos por mes en la gestión de Macri, explica el periodista.
Pero eso no es todo, durante la campaña presidencial, se comprometió con «la redistribución de la riqueza» y ese gasto iba a ser redireccionado para impulsar una mejora significativa de las jubilaciones, que siguen estando en un limbo al derogarse la fórmula de Macri y entrar en vigencia la actual, que también fue utilizada durante el período 2008-2015, durante la gestión de Cristina Kirchner. Pese a ello, los jubilados son compensados con la emisión de bonos.
«Los números oficiales muestran que el BCRA tenía asumida al 30 de marzo una deuda de $4.161.928 millones ($4,16 billones) en Letras de Liquidez (Leliq) y de $849.785 millones más en pases pasivos. El 10 de diciembre de 2019, cuando se produjo el cambio de administración, ese pasivo era de $1,09 billones en total ($679.341 millones en Leliq y $413.515 millones más en pases)», detalla el Blanco.
Ahora bien, ¿qué fue lo que hizo crecer esa deuda?: el exceso de emisión. El Banco Central de la República Argentina incurrió en él para ayudar al Gobierno a cubrir su abultado déficit en los últimos 28 meses ($4,4 billones en total), y con un contexto desfavorable: la demanda de pesos no repuntó nunca.
No fue lo único. El segundo factor que hizo saltar el número, según explicó el periodista de La Nación, fue el gasto en intereses que genera, algo que complica la posibilidad de encarar cualquier plan de bajar la inflación: «una friolera de 2,487 billones de pesos desde diciembre del 2019 a la fecha y considerando los $134.000 millones abonados por este concepto en marzo», acota Blanco.
Con ese panorama, y para evitar un desborde inflacionario mayor, al BCRA no le quedó otra que retirar buena parte del dinero lanzado al mercado mediante la emisión recurrente de letras o la toma de préstamo desde los bancos (pases pasivos).
El tamaño del pasivo remunerado del BCRA ya «equivale casi a una Base Monetaria (BM) y media», que hace notar en relación a los $3,67% billones que suma el dinero legal en circulación (billetes y monedas en poder del público) más los depósitos en pesos que los bancos tienen en la entidad monetaria.
El pasivo remunerado creció así hasta convertir al BCRA en el primer deudor del sistema financiero local. La suma de préstamos al sector privado (empresas más particulares, un universo compuesto por casi 33 millones entre personas humanas y jurídicas) apenas llega a los $4,9 billones.
«Si bien alcanzó un nuevo récord nominal, aún se mantiene por debajo del máximo en relación al PBI de casi 11% que tuviera antes que se desate la corrida cambiaria en tiempos de Macri o del ratio del 9% que orilló en medio de la pandemia, aunque, claro, en otro contexto y con una administración que por entonces contaba con mayor credibilidad», apunta el economista Andrés Borestein, director asociado de la consultora Econviews.
«Es un problema que no se puede tomar a la ligera, pero no es hoy una amenaza en la medida que la inflación sigue por arriba de la tasa de interés que el BCRA paga por esa deuda e, incluso, la expectativa es que esa brecha se mantenga, aunque se achique, por los ajustes que se comprometió a hacer al interés de referencia», detalla.
Para Juan Ignacio Paolicchi, economista de Empiria, tampoco hay duda que esta bola de deuda «es un problema», aunque no sea comparable a lo que implicaba en épocas de Macri, «porque tenés cepo extremo y muy baja participación de capitales extranjeros y la deuda está en manos de bancos y no en tenencia de privados. Lo complejo es que ese esquema que te previene de pasar por la situación del 2018/2019 a la vez te condiciona la salida, al recortar mucho las posibilidades de crecimiento real de la economía».
Incluso señala como una demostración de esas limitaciones «el impacto que esto tiene sobre la oferta de crédito bancario: la exposición de los bancos al sector privado cayó del 55% al 35% en los últimos años, lo que demuestra que el Estado corrió del mostrador a las empresas y personas».
Juan Pablo Albornoz, analista de Ecolatina, «coincide con sus colegas en destacar el diferente riesgo que este elevado pasivo significada en los distintos esquemas monetarios, pero también en advertir que el hecho que se haya mantenido en términos de la base monetaria en niveles similares a los de la ‘bomba’ de Lebacs es un ‘problema’, sobre todo porque el balance del Central ‘está muy deteriorado’ y, en la medida en que no se reduzca considerablemente la dependencia de la emisión monetaria que tiene el Gobierno para cerrar las cuentas, esa fuente de pesos parados ‘haciendo tasa en la cuenta corriente del BCRA presenta una potencial demanda de divisas y presión inflacionaria. Sin correcciones, es una olla de presión cambiaria/inflacionaria peligrosa’», reflexiona en su artículo el periodista de La Nación.
«Para Borestein, lo verdaderamente malo de este esquema ‘es que necesita que la inflación siga alta y algo por encima de la tasa de referencia para que no haya desequilibrios mayores y el peso y la amenaza de esa deuda se vaya licuando esta deuda’», afirma Blanco.
Esa apuesta oficial, según lo difundido, es la convalidada por el FMI. En el último reporte actualizado se explicita la apuesta gradualista para lograr que se vayan reduciendo el déficit cuasi fiscal del BCRA.
«El alto costo de la esterilización -debido a un stock considerable de Leliq (pasivo remunerado) en proporción de la base monetaria (pasivo no remunerado)- va a converger a los ingresos por señoreaje y las ganancias por valoración de las reservas para 2025″, señala con una mirada optimista, que parte de considerar una recuperación gradual de las reservas, el crecimiento de la base monetaria en línea con la evolución que registre el PBl y una disminución del financiamiento monetario al Tesoro hasta llegar a su eliminación plena en 2024», señala Albornoz.
En resumen, Albornoz considera que, si el Gobierno logra cumplir con la meta fijada en el acuerdo, de emitir el 1% para asistir al fisco, «hay una oportunidad para que el balance comience a sanearse y, por consiguiente, este riesgo empiece a atenuarse», aunque la juzga «difícil».
Por otro lado, Coremberg sostiene que «mientras entren los dólares de la cosecha, no habrá inconvenientes. Pero la suba de tasas hará que esta deuda siga creciendo, lo que con un Gobierno que va perdiendo credibilidad a pasos agigantados es todo un riesgo», dice, y recuerda al respecto «la experiencia de fines de los 80″.