Neuquén. El obispo de Neuquén reflexionó sobre cómo el orgullo del corazón hace que, aferrados a nuestras ideas y criterios, le cerramos la posibilidad a Dios de que se manifieste como se mostró en Jesús.
En su homilía durante la fiesta del Bautismo del Señor, el obispo de Neuquén, monseñor Fernando Martín Croxatto, reflexionó en la Catedral María Auxiliadora de la capital provincial sobre la resistencia del mundo de hoy al mensaje del Evangelio.
Comentando el relato de san Mateo sobre el Bautismo, expresó: “Hoy estamos celebrando el día en que el cielo se abrió, una paloma descendió, una voz se escuchó, una profecía se cumplió, un futuro nuevo comenzó y una misión se inició en el mundo”.
El prelado se detuvo en la expresión “Juan se resistió”, y reflexionó: “Nosotros también nos resistimos. El papa Francisco no se cansa y sigue diciéndolo, en tantas expresiones y mensajes al mundo: ‘¿No se dan cuenta de que, si abrimos el corazón y no nos resistimos al Evangelio, el Evangelio nos lleva a la justicia, a la fraternidad?’”
“Pero el mundo sigue cerrando el corazón, sacando leyes insólitas que no nos traen justicia”, lamentó, destacando que “seguimos inventando nuevas leyes para nuevas justicias, pero no le abrimos el corazón al Evangelio. Seguimos resistiéndonos por muchos motivos: poder, placer, gusto. Parece que nos creemos inmortales”.
“El mundo se resiste al Evangelio, a la justicia que el Evangelio reclama, a esa ley que, si la siguiéramos, habría justicia”, enfatizó, y explicó que “el Evangelio habla de una ley en el fondo del corazón, que es la ley del Amor”.
En ese sentido, reprochó que, como católicos, “nosotros también nos resistimos, hacemos argumentaciones. Cuando el Señor nos está conmoviendo el corazón por algo, tenemos muchas justificaciones y nos resistimos a los caminos y planes de Dios para nuestra vida”.
“Aferrados a nuestras ideas, criterios y juicios, le cerramos la posibilidad a Dios de que se manifieste, se muestre como se mostró en Jesús, y que el Espíritu con su paz nos llene realmente el corazón, se haga presente en medio nuestro”, indicó.
Sobre este punto, describió que la razón por la cual nos resistimos a creer en el Evangelio de Jesús, en el amor y la fraternidad que Él nos propone, es “ese orgullo del corazón, que es lo contrario a Juan: él se resistía por humildad”.
“Seguimos empecinados en hacer nuestros bautismos y no el bautismo de Jesús”, expresó, y aclaró que estos bautismos “no permiten que el cielo se abra, que el Espíritu descienda, que el Padre diga ‘Éste es mi hijo predilecto’”.
Por eso, animó a que “aquel que se bautiza, viva en el espíritu de Jesús y cumpla la misión que se le ha encomendado”, y concluyó con la pregunta: “¿Te querés perder esta oportunidad de bautizarte verdaderamente en el Señor, de escuchar la voz en lo profundo de tu corazón ‘Sos mi hijo amado’?».