Sáenz Peña. El patrono de los periodistas fue un escritor que se distinguió por decir la verdad con elegancia y sin herir a nadie, por escribir y hablar con tanta delicadeza que nadie se sentía molesto; un escritor y orador que no buscaba el morbo sino la transmisión de la simple y llana verdad evangélica. Y supo comunicar la idea de que todo lo auténticamente humano es cristiano.
Fue un humanista de pies a cabeza.
Nació en Saboya en el seno de una familia católica, cosa rara en una región en la que Calvino había impuesto su doctrina de la predestinación contra viento y marea.
Su padre quería que estudiara Derecho y lo envió a París. Pero fue aquí donde sintió gusto por la teología y los problemas de la predestinación.
La doctrina perniciosa calvinista había penetrado hasta en él mismo por instantes.
Se creyó predestinado para la condenación.
En este estado de crisis, leyó algo que le hizo cambiar completamente. Fue una oración de san Bernardo.
Le dio un rumbo de 180 grados a su vida. Se sentía pletórico de alegría dando vida a toda su rica misión pastoral como obispo de Ginebra.
Empezó también su trabajo de escritor con «Introducción a la vida devota».
Se quedó a vivir cerca de Ginebra, en Annecy, para no sentirse molesto con la sede y el emporio de los calvinistas.
Se dedicó a tomar contacto con los católicos de su tiempo, ayudó todo lo que pudo a que se llevara a buen término la reforma del Carmelo y la misma fundación de los Oratorios, fundados por san Felipe Neri.
Iluminado por Dios, fundó la Orden de la Visitación para llevar a las chicas a las fuentes de la santidad.
La obra antes citada, está dedicada a cualquier bautizado. Le recuerda a todo seglar que la santificación se logra cumpliendo alegremente el trabajo de cada día. Ahí se expresa la voluntad de Dios.
Murió en el año 1622.
A Francisco de Sales se le considera también patrón de los sordomundos
¡Felicidades a quienes leven este nombre y a los periodistas!