Sáenz Peña.
El pueblo judío celebraba cada año la Pascua. La gente iba al Templo de Jerusalén para recordar con agradecimiento que Dios los hubiera liberado de 430 años de esclavitud en Egipto. Los sacó abriendo milagrosamente un sendero a través del Mar Rojo; los fue guiando hacia la tierra que les había prometido, alimentándolos en el desierto y defendiéndolos por el camino.
Para los cristianos aquel prodigio es imagen de lo que hizo Jesucristo y celebramos en la Semana Santa y en la Pascua. Nos liberó de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna; nos abrió un camino de salvación en esta vida; Dios camina a nuestro lado, nos quiere felices, y si lo dejamos, nos alimenta y guía hacia la tierra prometida que es el Cielo para toda la eternidad.
¿Qué seguridad tenemos de que Dios está a nuestro lado y nos ayuda, de que nos espera en el Cielo?
Miremos a Cristo en la Cruz, el amor infinito con el que dio la vida para que naciéramos a la vida de Dios.
Y el que murió en la Cruz, resucitó. No fue una imaginación, no es una leyenda de la antigüedad. Lo vieron resucitado, más de 500 personas solo en Galilea. Entusiasmos iban de un lado a otro diciendo: ¡está vivo!, ¡verdaderamente resucitó! Y anunciaron que ya está abierto el camino de la salvación, que podemos vivir con Dios y en Dios. Cristo nos acompaña en nuestras dudas, en nuestros cansancios, en nuestras penas, no estamos solos.
Somos frágiles, débiles; no nos faltan sufrimientos en esta vida, y no se acaban los que originó el Covid.
Vivamos esta Pascua con agradecimiento, con mucha alegría, porque Cristo se entregó por nosotros y resucitó, es Dios. Tenemos la certeza de que Dios nos ama infinitamente, nos guía y nos sostiene. La fe nos dice que para los que amamos a Dios todo acaba ayudando a nuestro bien, nos une más a Cristo en esta vida y nos asegura el abrazo del Padre para toda la eternidad.
Felices Pascuas para todos. Que Dios los llene de bendiciones.