Buenos Aires. Dijo que el kirchnerismo se hizo cargo de un país en estado cataléptico. Aseguró que «el agro se escapó de la pandemia” jamás dejó de producir. Nada dijo de la alta presión tributaria al sector.
“En esta situación de crisis y debacle de la demanda mundial, al país se le abre una ventana de oportunidades, porque alimentos no se van a dejar de demandar, y Argentina no dejó de producir”. Con cierto optimismo, Luis Basterra, ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, describe la situación del área en que le toca actuar mirando las posibilidades que se le abren al sector en un mundo que, al menos en lo inmediato, será diferente.
Arrancó la gestión con un paro de la Mesa de Enlace que pasó rápidamente al olvido. Hoy administra un sector que siguió produciendo a pleno pese a la pandemia. Imagina una fuerte expansión de la agricultura familiar de la mano de la seguridad alimentatria, y de exportadores de carne porcina y pescado a un mundo en crisis pero que seguirá demandando alimentos. [useful_banner_manager banners=528 count=1]
“Veo al menos dos sectores que claramente pueden ser motores de una expansión de la producción y también del ingreso de divisas al país, el de carne de cerdo y la pesca”, señaló durante la extensa charla que sostuvo, mate en mano, con Página 12.
Basterra es hombre de campo. Pero no de la pampa húmeda, sino de Formosa. Fue ministro de la Producción en su provincia, vicepresidente del INTA y diputado nacional hasta diciembre. Le tocó estrenar el cargo confrontando con la Mesa de Enlace por las retenciones, que le hicieron un lockout a principios de marzo sin gran resultado. Así lo recuerda el actual ministro:
“Nos hicimos cargo del gobierno con un país en estado cataléptico en su situación macroeconómica. Una de las primeras decisiones que tomamos fue actualizar los derechos de exportación (retenciones), para volver a un esquema que el propio ex presidente Macri había dispuesto, pero dándole el beneficio al sector de una retención sobre la soja pero con un dólar fijo en cuatro pesos.
“Esto provocó una reacción muy fuerte por parte de las cuatro entidades de la Mesa de Enlace. Nos llevó un tiempo importante discutir y explicar que había sido un acto de irresponsabilidad ligar las retenciones a un valor fijo del dólar, y además bajo la promesa de que el dólar se iba a devaluar y que, consecuentemente, se licuarían los derechos de exportación.
– ¿Pagaron un costo político por ese lockout a tan poco tiempo de iniciar la gestión?
– Tuvo más efecto negativo sobre las entidades que para la gestión de gobierno. El único efecto que tuvo fue que, por temor, los frigoríficos pidieron adelantar las ventas de hacienda, a punto tal que en los días previos hubo entradas récord en Liniers. Entonces, claro, durante la semana e incluso después no había oferta y el precio subió. Tardó un mes en bajar ese pico. Eso fue el paro. Hoy el mercado está incluso por debajo de aquellos valores.
– ¿Y cómo reaccionó el sector al surgimiento de la pandemia?
– Fue precisamente en ese contexto que aparece el primer caso de Covid 19 en Argentina. De repente, el campo pasó a ser un tema secundario. Dejando de lado diferencias coyunturales y conceptuales, empezamos a imaginarnos y diseñar una estrategia preventiva. Quizás sea por la experiencia que tenemos en epidemias animales y vegetales, pero nos fue muy fácil comprender la estrategia de contención o prevención. Lo que hicimos fue encarar un profundo y dinámico contacto con sectores de la producción.
Empezamos por la pesca. La actividad se realiza naturalmente en confinamiento, sin opciones de acción inmediata una vez que el barco zarpa. Ante la reacción de los gremios en defensa de afiliados, la preocupación de empresarios para que la actividad no se pare y la intención del Estado de que las cadenas de aprovisionamiento no se corten, iniciamos los lineamientos de prevención que se convirtían en protocolos cuando se llegaba a un acuerdo entre gremios y patronales. Interactuamos con el Ministerio de Transporte, para garantizar la circulación de las personas y la mercadería. Prácticamente en ningún momento dejó de transitar la mercadería, ni dejó de funcionar el comercio internacional.
Hubo algunos episodios, por reparos de intendentes a que desembarcaran tripulaciones extranjeras, o paro de actividades por algún trabajador contagiado, pero hemos aprendido de cada caso para mejorar los protocolos y, fundamentalmente, que cada sector tuviera mayor responsabilidad. En toso los casos se reinició la actividad en pocos días. [useful_banner_manager banners=521 count=1]
– ¿El de la pesca es un caso excepcional? ¿O hubo otras áreas en las que pudieron mantener la actividad pese a la cuarentena?
– Hubo otras actividades que, al principio, estaban en discusión si eran o no esenciales, como la industria de la madera o la producción de flores. Pero nosotros demostramos con nuestros protocolos que son actividades que no tienen prácticamente riesgos. Así se fueron habilitando progresivamente las actividades industriales o producciones que no eran de alimentos.
En general, las actividades de agricultura, ganadería y pesca están trabajando todas. Hubo que habilitar, eso sí, otros canales de comercialización. Por ejemplo, el cultivo de flores no estuvo nunca inhabilitado, pero estaban cerradas las florerías. Con la agricultura familiar tuvimos que reemplazar el funcionamiento de las ferias comunitarias y promovimos el desarrollo de los bolsones de alimentos, y los resultados son importantes. Están vendiendo grandes volúmenes, incluso a través de los programas de seguridad alimentaria que gestionan provincias y municipios.
– ¿Esta experiencia de la agricultura familiar podría extenderse más allá de la emergencia actual?
– Hoy la Agricultura Familiar está trabajando de manera organizada. El sistema de seguridad alimentaria es instrumentado por el Estado nacional, que distribuye los recursos para que los gobiernos locales lo ejecuten. Ya hay varias provincias que están trabajando con la agricultura familiar. En Formosa se proveen dos bolsones mensuales a 17 mil familias que están por debajo de la línea de pobreza desde antes de la pandemia. Y esto va en aumento. Se está haciendo en Jujuy, Mendoza, Córdoba y en provincia de Buenos Aires. En todos lados la actividad de la agricultura familiar está tomando una dimensión de visibilización. Para los gobiernos y para los ciudadanos.
– ¿Y, en general, cómo imagina al sector a la salida de esta pandemia, más allá de lo que me contó de la agricultura familiar?
– Creo que para Argentina se abre una interesante oportunidad, un desafío. Porque, en términos relativos, frente a un mundo que va a estar en crisis, donde va a caer la demanda global, la de alimentos es más inelástica. Y Argentina no dejó de producir alimentos. El país puede llegar a mantener una alta presencia en un sector de alto peso en la estructura de producción y también en la de ingreso de divisas. Algunos especialistas dicen que se abre una ventana de oportunidades comerciales de dos o tres años para un país como Argentina. Yo creo que puede ser más corta, pero algo de eso va a ocurrir.
Además, hay varios proyectos que estaban en condiciones de potencialidad y hoy empiezan a verse como posibilidad concreta. China, por ejemplo, va a ser efectivamente un gran mercado para la carne porcina argentina. Porque viene sufriendo las consecuencias drásticas de una fiebre porcina que ya la obligó a sacrificar el 55% de sus animales.
Es una gran oportunidad para un sector que, particularmente en este momento, está muy golpeado en Argentina por la caída de la demanda, con precios muy bajos, por el derrumbe del consumo de chacinados y fiambres, que es su principal mercado. La producción de cerdo argentina, además, está ubicada en los mejores niveles de estatus sanitario. La pesca es la otra gran máquina de transformación de grano en proteína animal. Yo creo que esas dos áreas, carne de cerdo y pescado, se vislumbran con una capacidad de expansión importante.